“… no hay ningún dolor igual al que se siente cuando se evocan en días de tristeza las horas de felicidad…” y tal nos acontece con Salvador Montoya, ahora que remontó las ataduras de la vida. Hombre probo, discreto, prudente y firme en sus convicciones frente al desconcierto prevaleciente en casi todos los ambientes, fueran de índole política, sociales y, en lo más intimo, religiosas, en donde encontró consuelo en momentos cuando la sombra de la enfermedad, marcaba sus pasos. La vida le trajo infinidad de satisfacciones, merecidas todas, amaba a sus hijos los que presumía sin rubor y perdía la razón con los nietos, ellos lo llenaron de satisfacciones y orgullo, como solo pueden hacerlo los hijos buenos. Sus amigos situados en los más diversos confines, disfrutamos su caballerosidad, ilimitada y solidaria, pronta siempre para apuntalar el sentimiento amistoso. Un rasgo de su carácter me atraía mucho: su elegancia, y no tan solo por el cuidado atuendo, sino en su proceder distinguido, inconfundible, delicado, caballeroso. Aquí nos quedaremos por un tiempo, sin saber el instante final, pero con la certeza que llegará y, mucho sería pedir el culminar nuestra existencia como logró hacerlo Salvador Montoya, ahora que disfruta con las notas de su piano favorito, rescatado amorosamente de los estragos de una cruel inundación. ¡Nos vemos Salvador!
José Manuel Toscana febrero 3/2012 Crees tener datos para corregir o aumentar esta biografía, comunícate con nosotros en hidalguia@hotmail.com |