Manuel Antonio Rojo de Luvian y Veyra Una aseveración, del señor Félix Osores que en su documentada obra "Alumnos más ventajados de San Ildefonso", aseguran que el doctor Rojo del Río nació en la ciudad de Huichapan. Puesto que existe en el calce de aquella iglesia un buen retrato colegial. Fue colegial de oposición, dice el señor García Cubas, en San Ildefonso de México, y en la Universidad hoy ya extinguida, recibió los grados menores de filosofía, teología, y cánones. La posición de su familia le puso en aptitud de ir a España a terminar su carrera literaria y habiendo verificado, entró en la célebre Universidad de Salamanca en la que se graduó de bachiller en leyes de doctor en cánones. Valor esclarecido por su ingenio y por su ciencia, debió sin duda distinguirse en aquellas aulas, cuando más tarde lo vemos sustituir la cátedra de víspera de leyes, obteniendo así el honorífico puesto de Rector de la misma Universidad, la más renombrada de España y el título de socio benemérito de la Academia de los Santos Ángeles del Colegio Trilingüe. Manuel Antonio no conforme con aquellos títulos pasó a Madrid y se incorporó en el Ilustre Colegio de Abogados de la Corte, construida y ubicada en la propia ciudad de Manila. En su testamento ordenó que una vez muertos se le trajera el corazón y una vez en condiciones se remitiese a la Nueva España para ser depositado en un lugar del templo y convento de la enseñanza. En la inscripción de la placa que cubre ese reliquia, con dificultad entendemos que el señor Rojo del Río fue el primer capellán de ese templo y en esta fecha en números romanos MDCCLXVII, los demás está escrito en latín, cuyos trazos degenerados por pinturas sucesivas no es posible identificarlos con tipos de imprenta común y corriente. Consta que para su tierra Huichapan, haya donado algunas, cosas, suponemos que haya enriquecido aquellos templos en alguna forma. Una vez en la capital de la monarquía, nuestro compatriota que había ya abrazado la carrera Teológica, mereció nuevos nombramientos; rehusó la plaza de oidor y la de inquisidor de Santa Fe de Bogotá, y aceptó un puesto de racionero de la Metropolitana de México, seguramente para poder volver a su patria. Así lo verificó tomando posesión el 30 de abril de 1738. Aquí obtuvo los empleos de consultor del tribunal de la inquisición de la Nueva España, de inquisidor ordinario por la diócesis de Filipinas, Yucatán y Nicaragua, de juez delegado para varias causas de beatificación de examinador sinodal, de visitador de monjas, de juez conservador de varias provincias religiosas y de primer capellán de monasterio de la enseñanza. Fue Rojo del Río quien hecho los primeros cimientos del ilustre Colegio de Abogados de México, al de San Ildefonso en que como hemos visto, comenzó su carrera donándole su buena librería. En el año de 1757 fue provisto arzobispo de Manila. Conságrele el 24 de agosto del año siguiente el señor Rubio y Salinas en la |