Amistad y Tulancingo,
palabras mágicas Tulancingo, Hgo. 9 de abril de 2005.- Inició la costumbre con el gusto de reunir a ex alumnos del colegio Pedro de Gante, en Tulancingo, con el ánimo de saber unos de los otros y, convivir en torno a un banquete organizado en una casa particular con las debidas comodidades. Han transcurrido ocho años de aquella feliz idea y, la Reunión de Amigos, es ya una sólida institución de carácter informal, desinteresado, de amplísima convocatoria y resultados extraordinarios, como hoy quedó plasmado. La profunda influencia de aquellas generaciones formadas en el legendario colegio, amplió la base de los interesados en participar en esta cumbre anual a la cual llegan amigos desde los diversos confines del país, atraídos por la posibilidad de saludar y refrendar el cariño depositado en amigos que, muchas veces, han pasado años sin volver a verse.
La delicada gestión de los organizadores abre sus espacios y ahora hijos, primos, cuñados y simpatizantes jóvenes, están presentes, entusiasmados, por convivir con los viejos amigos de sus padres, algunos con rango de leyenda, siendo estos hombres, absoluto presente y futuro de la comarca, al mando ya de sus propias vidas, el mejor logro de la Octava Reunión de Amigos, pues fueron por ahí de 30 nuevos afiliados que, definitivamente, justifican los postulados que alientan los organizadores y la cauda de simpatizantes que nos dimos vuelo brindando, cantando y disfrutando de un convivio excepcional.
Excelente música, buenos manjares, regalos atractivos, rifas manipuladas, fotografías para galerías policíacas, risas y recuerdos a flor de piel, emociones sin tregua, abrazos interminables, presencia de personajes de gran raigambre y respeto entre la plebe reunida en las instalaciones del Hotel La Joya de Tulancingo. Debido a la imparable acumulación de los calendarios, siempre nos despedimos esperanzados en volver, cuando menos, una vez más a Tulancingo, para encontrarnos con los arrugados, cordialismos, queridísimos, rostros de nuestros camaradas de aquellos tiempos cuando éramos tan jóvenes y tan felices, cuando alentábamos esperanzas e ideales que inflamaban nuestras imaginación.
Mil gracias a los cuatachos que dejan otros quereres para llamar, año con año, a sus contlapaches al poderoso influjo de las palabras mágicas: Amistad y Tulancingo.
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