Juan Bautista Ormaechea


Ingresó en la Academia el 11 de septiembre de 1875 como numerario; silla que ocupó: VI (1º). Fue uno de los fundadores de la Academia Mexicana correspondiente de la Española, Ormaechea, invitado a hacerlo y designado para ello por la propia Real Academia Española.
Juan Bautista nació en México el 17 de mayo de 1812. Pronto se consagró a la carrera eclesiástica, que inició con brillantes estudios en el Seminario Conciliar de esa ciudad, llegando allí a desempeñar el puesto de Secretario y dos o tres cátedras. Recibido que hubo las órdenes mayores, fue designado Capellán del templo y Colegio de la Enseñanza, acaso por los nexos de su origen vascongado, como el de la fundadora y patrones de esa institución. Más tarde obtuvo un curato foráneo, luego sustituido por el de la Santa Veracruz, una de las más antiguas e importantes parroquias de la ciudad de México. Los méritos y cualidades del señor Ormaechea lo llevaron, finalmente, a culminar su carrera ocupando el Obispado de Tulancingo, desde marzo de 1863 hasta su fallecimiento el 19 de marzo de 1884.
Ormaechea estuvo por mucho tiempo muy cerca de altas personalidades del Partido Conservador; por tal, en el año de 1863, cuando el general Forey, luego de su victoria en Puebla, nombró una Junta de 35 personas, presidida por Don Teodosio Lares, para asumir el gobierno, este cuerpo designara, también con carácter provisional, como Regentes del Imperio (en tanto llegara el Emperador Maximiliano), a los señores generales Almonte y Salas y al señor obispo Labastida; pero, ausente éste, entró a suplirlo el señor Ormaechea. Distribuyéronse los Regentes las funciones ministeriales y convocaron a una Asamblea de Notables para formar el Gobierno, auxiliaron a la Comisión que iba a Miramar, legislaron en materias de imprenta, de administración de justicia, derecho civil y mercantil, evitando préstamos usurarios y otras materias. En el mes de septiembre llegó el arzobispo Labastida y el obispo de Tulancingo volvió a su diócesis. En resumen, Ormaechea ejerció el supremo poder en México como Regente del Imperio, del 22 de junio al 17 de octubre de 1863.
 Apartado ya del poder civil y político, pasó los fugaces años del Segundo Imperio, a cuya caída tuvo que acometer graves y delicadas tareas para manejar y reorganizar su propio gobierno eclesiástico, en la marejada política y económica de aquellos años de 1867 y siguientes.
Por otra parte, a fines de 1870, en Madrid, la Real Academia Española decidía crear Academias Correspondientes suyas en los países de Hispanoamérica; cuando se trató de la posible Academia Mexicana, los académicos de Madrid señalaron diez personas para fundarla, y entre esos nombres estaba Juan Bautista, el nombramiento de académico le fue enviado por el muy honroso conducto del Presidente de la República, Don Benito Juárez, a quien Ormaechea dio las gracias en carta, publicada, de febrero de 1872, pocos meses antes de la muerte del señor Juárez. Todavía hubieron de transcurrir más de tres años, por los muchos escollos y los lentos trámites, hasta que la Academia Mexicana quedó constituida y el doctor Juan Bautista Ormaechea fue el primer ocupante de la silla VI, aunque la verdad es que su cargo le obligaba a no estar casi nunca en México, durante este lapso de septiembre de 1875 a marzo de 1884 en que murió, en su sede de Tulancingo.
Ormaechea fue un orador sagrado notable, de él se recuerdan, mencionados por escritores de su tiempo, un sermón de gracias por el fin de la epidemia de Cholera morbus, pronunciado en la Profesa en una función solemne de las corporaciones del ejército, el 3 de septiembre de 1854; también las oraciones fúnebres por el general don Luis G. Osollo y por el R. P. Nájera, y otras en los años de mediados del siglo XIX; después, en los años de la Reforma y del Imperio, produjo muy importantes estudios y exposiciones de carácter jurídico en torno a los problemas de la nacionalización de los bienes eclesiásticos, la tolerancia de cultos y otras leyes que reformaron la posición y jurisdicción de la Iglesia. Finalmente, cabe mencionar que, ya por el encargo de la recién fundada Academia Mexicana, emprendió el señor Ormaechea escribir una biografía del señor doctor Manuel Moreno y Jove, Deán de la Catedral de México por muchos años, que también fue invitado por la Real Academia Española a figurar entre los fundadores de la Mexicana, pero murió en Tulancingo el 19 de marzo de 1884, antes que la institución quedara establecida; dicha biografía quedó redactada, parece que hasta fue entregada a la directiva de la Academia, pero luego recogida por su autor para hacerle cambios o retoques y, por desgracia, nunca fue publicada.

 

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